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1x08 Renacimiento

Entre una ventisca torrencial se encuentra una niña, a su lado su madre yace estirada. La hija se acerca, le trae comida y se la deja al lado, la tapa. se acerca a ella. La madre no se mueve, ella se acurruca a su lado y se envuelve con los brazos inertes de su madre para darse calor.


El cielo nocturno deslumbra un bosque nevado, de entre los árboles se oyen unas gritos de júbilo. 
Al rededor de una hoguera se encuentra un grupo de personas. Cantan y bailan, tanto hombres como mujeres, disfrutan por la comida conseguida y los niños corretean alrededor.


De entre la pequeña multitud, se encuentra una mujer rubia, lleva puesta la armadura, y en su mano sostiene un casco con cuernos a ambos lados aunque uno de ellos está partido por la mitad. No canta, no baila y mucho menos sonríe. Mira el fuego sin parpadear, las llamas dibujan a la niña llorando.


La niña, temblorosa observa a su alrededor, la tienda apenas se mantiene en pie, recoge la manta que le había puesto a su madre, le quita el abrigo, los guantes y las botas y se las va poniendo para entrar en calor. Sale de la tienda y observa cómo su pueblo se ha desmoronado, cadáveres de niños y adultos se encuentran semicubiertos por la nieve, las tiendas han caído en su mayoría.


Escucha un gemido de ayuda.


La pequeña camina como puede, arrastra la chaqueta de su madre, le va muy grande. Entra en una tienda, es un niño que llora desconsoladamente. Ella se acerca a él. Le envuelve con la chaqueta de su madre y le pasa un trozo de conejo. El niño come con rapidez al ver la comida.


Pasan los días y la pequeña niña se hacer cargo del muchacho, día tras día sale a cazar, le trae comida. Lo alimenta y lo cuida, le enciende la hoguera para que no pase frío y le deja la chaqueta de su madre para mantener el calor de su cuerpo.


Con diez años, después de un día de caza la joven niña vuelve a su casa sonriendo. Al acercarse le sorprende encontrarse al muchacho fuera de la tienda. Se encuentra sentado, mirando al suelo tapado hasta arriba.


Su sonrisa se apaga y se acerca corriendo para abrigarlo con su ropa. La tormenta ha tirado al suelo la tienda y ha apagado la hoguera. Con el roce de sus dedos siente cómo su corazón se congela. Al empujarlo con con suavidad el cuerpo del muchacho cae sin vida hacia un lado. Sin ruido alguno, como si de un cubo de hielo se tratara.


El silencio invade el lugar. Se escuchan de nuevo los gemidos. Es ella quien llora. 


Derrotada se sienta delante de la hoguera y se duerme. 


Se despierta durante la noche tiritando de frío. Tiene el cuerpo entumecido y cualquier movimiento son como cuchilladas. Escucha pasos que se acercan. Esperando a que los lobos acaben con ella se gira para recibirlos. Pero lo que ve es una anciana, la vidente de la tribu. 


La única superviviente que queda. 


Se levanta gimiendo del dolor y se le acerca, le implora que le profetice cuanto le falta para poder descansar en paz, pero la vidente le sonríe, sin apenas dentadura. 


“Pequeña Sejuani, vivir con miedo no es vivir, llegará un día en el que conquistarás y unificarás este país.”


Oye un rugido familiar y al girarse ve a Bristel, un enorme jabalí con una montura. De nuevo las voces y el calor de la hoguera inundan el lugar, Sejuani observa cómo el fuego crispea, se levanta y se monta sobre Bristel.


“No te preocupes, te dejaré las sobras” - Mientras lo acaricia recoge su mangual de hielo. - “Es hora de ir de caza”
 

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